Había una vez un tigre de luminosa y verde mirada. Se preparaba para un viaje muy interesante y los cascabeles de su gorro de bufón iban a ser una alegre companía. El rabo de flecha señalaría siempre el camino adecuado. Seguro que no iba a perderse yendo tan bien equipado. Fue de gran ayuda para el abuelo.
Al salir del largo túnel que atravesaron, supieron en seguida qué camino elegir. Y alegremente, fueron sin dudar hacia la luz.
Te voy a copiar aquí, Ana, los tres últimos versos de un poema que suelen conocer los abuelos. Sólo tres versos porque tú, con solo siete años, para ver el poema entero tienes por delante mucho tiempo, casi todo. Lo escribió Antonio Machado, un poeta que se murió sin haber sido abuelo no mucho después de que naciese el tuyo, Felipe.
Un día de primavera, paseando por un camino observó que a un árbol, un olmo que se había secado por culpa de un rayo, con la lluvia le habían salido en el viejo tronco unas hojitas verdes. El poeta se había casado con una chica muy joven que se murió enseguida; en su tiempo no había las medicinas que hay hoy. Quizá por eso nunca fue abuelo y estaría algo triste cuando escribió:
"(...) Mi corazón espera también hacia la luz y hacia la vida otro milagro de la primavera".
Pues estos son los tres versos, Ana. Para tu colección de títulos, ¿puede valer alguno de estos tres?:
"El corazón de un árbol que secó el rayo", "¡La luz o la vida!" u "Otro milagro de la primavera".
Al que elijas, ponle una cruz (X). O ya me dirás, con la regla que dibuja el horizonte.
Había una vez un tigre de luminosa y verde mirada. Se preparaba para un viaje muy interesante y los cascabeles de su gorro de bufón iban a ser una alegre companía. El rabo de flecha señalaría siempre el camino adecuado. Seguro que no iba a perderse yendo tan bien equipado. Fue de gran ayuda para el abuelo.
ResponderEliminarAl salir del largo túnel que atravesaron, supieron en seguida qué camino elegir. Y alegremente, fueron sin dudar hacia la luz.
Le gustó mucho a Ana tu mini cuento. Dijo que qué bonito.
EliminarQué bonito y emocionante tu relato breve sobre el tigre y el abuelo. Seguro que se llevó la imagen de ese tigre en su viaje hacia la luz.
ResponderEliminarHACIA LA LUZ
ResponderEliminarTe voy a copiar aquí, Ana, los tres últimos versos de un poema que suelen conocer los abuelos. Sólo tres versos porque tú, con solo siete años, para ver el poema entero tienes por delante mucho tiempo, casi todo. Lo escribió Antonio Machado, un poeta que se murió sin haber sido abuelo no mucho después de que naciese el tuyo, Felipe.
Un día de primavera, paseando por un camino observó que a un árbol, un olmo que se había secado por culpa de un rayo, con la lluvia le habían salido en el viejo tronco unas hojitas verdes. El poeta se había casado con una chica muy joven que se murió enseguida; en su tiempo no había las medicinas que hay hoy. Quizá por eso nunca fue abuelo y estaría algo triste cuando escribió:
"(...) Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida
otro milagro de la primavera".
Pues estos son los tres versos, Ana. Para tu colección de títulos, ¿puede valer alguno de estos tres?:
"El corazón de un árbol que secó el rayo",
"¡La luz o la vida!" u
"Otro milagro de la primavera".
Al que elijas, ponle una cruz (X). O ya me dirás, con la regla que dibuja el horizonte.
Ana me dice que le gusta " otro milagro de la primavera" como título para próximo relato.
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