martes, 18 de octubre de 2016

Éste es John





Éste es John

John era un niño normal. No destacaba por nada. No destacaba por ser muy rápido, ni por ser muy listo. Tampoco era muy guapo. Quizás, demasiado normal. Pero, al contrario, su ciudad era muy rara, o tal vez pasaban cosas muy raras.
Últimamente corría el rumor de que los niños (y animales) estaban desapareciendo misteriosamente, y lo más extraño es que las cámaras de seguridad habían captado que los niños y animales desaparecían tras coger un extraño papel en la nieve.


Las puertas mágicas

Un día, John iba a comprar el periódico. Un periódico que su madre nunca se saltaba, un periódico que últimamente sustituía el apartado de juegos por más y más noticias desastrosas, algunas hablaban de un futuro sin niños y animales.
Ningún padre consciente habría dejado que su hijo saliera a la calle en esas circunstancias. Pero los padres de John eran diferentes, pensaban que John era un niño inteligente y no cogería nada que encontrara en la nieve. 
John iba concentrado en sus cosas cuando descubrió que la tienda en la que siempre compraba el periódico estaba cerrada. "Bueno -dijo- tendré que volver a casa". Pero cuando estaba a punto de dar la vuelta para irse, vio un papel justo delante de la tienda. Se echó para atrás asustado pensando que era uno de aquellos extraños tiquets. Pero parecía más bien una invitación. Se acercó sigilosamente para ver lo que ponía en aquél extraño papel y empezó a leer: 





Estás invitado a la superfiesta
Una fiesta sin padres y sin normas
podrás comer y hacer lo que quieras:
ETERNAMENTE. Con cariño.
Todas

Junto a la invitación, un pequeño agujero negro se movía y hacía un raro sonido. John cogió el papel y tras metérselo en el bolsillo corrió hacia su casa.
Cuando llegó, sabía muy bien lo que hacer...¡Tenía que ir a esa fiesta!, pero no sabía bien por qué lo hacía todo tan deprisa. De repente, un dolor fortísimo recorrió sun mano. La carta se estaba quemando. Automáticamente subió a su habitación y lo último que vio fue el grito de su madre al ver cómo se desvanecía en el remolino.


Eternamente, un mundo nuevo


John apareció tumbado en un valle totalmente azul salpicado de flores de colores y árboles alrededor. Y justo detrás suya, a unos cuantos metros vio una casita en la que ponía: Fábrica de invitaciones y Peligro, chispas.

Con cuidado se levantó y pudo comprobar que estaba descalzo. John odiaba estar descalzo. Caminando despacio se acercó a la casita y a través de una ventana pudo ver a un duendecillo escribiendo en una especie de madera.




-¿Qué está haciendo?-preguntó John una vez que entró.
-¡Ah! ¡Qué susto!- exclamó el duende- los niños no suelen venir por aquí, normalmente se encuentran algún búho que les lleva al castillo o a...
-¡Pero yo quiero saber por qué estoy aquí! ¿Y por qué quemaba la invitación? ¿Por qué desaparecí? ¿Qué es este mundo?
-Si me haces tantas preguntas -dijo el duende calmado- explotaré.
-Te lo voy a explicar todo relajadamente.
Se sentaron en una alfombra extraordinariamente suave y el duendo empezó a hablar:

Eternamente


Eternamente fue creado por Carlitos, un niño de 5 años que tras un terrible berrinche con sus padres y su hermano mayor decidió crear un mundo únicamente para niños, niñas y animales y, claro, todas las cosas que inventase.
Nadie sabe cómo lo hizo, pero lo creó todo, creó este mundo en el que si entras serás niño eternamente. Pero su mundo tenía un fallo, un fallo imperdonable: Carlos había creado un mundo para niños ¡y no había niños! Por eso me ordenó que escribiese cartas al mundo real para que los niños se vinieran a nuestro mundo. ¡Y fue un éxito! ¡Todo está lleno de niños y de animales!
Y en cuanto a las cartas, el rey Carlitos es un gran bromista. Quería que temblaran, pero prefirió que quemaran ya que estáis en invierno por allí.
-¡Ahh!-dijo John- bueno, muchas gracias. Ya me voy.




¡Nooo!, ¡no te vayas!, exclamó el duendecillo. Veo que eres un niño muy curioso. ¡Ummmm...!, dijo rascándose su limpia y redonda barbilla. ¡Tengo una idea!
Automáticamente el duende empezó a rebuscar entre un montón de libros y finalmente pareció encontrar lo que buscaba.
-Este papel- dijo señalando un papel que parecía muy antiguo, es el mapa de Eternamente.
-¿Tan pequeño es?- preguntó John al ver sólo cuatro rayitas y unos cuantos signos.
Sin decir nada, el duende arrancó el pompón de su bonete y tocó con el mapa. Entre chispas y mucha, mucha luz y calor, el mapa se había multiplicad: ¡Era mil veces más grande!
-¡Vaya! -exclamó John- ¡Es increíble!
-Ya lo sé- dijo el duende echándose flores-y ahora vamos a la aventura.

El rey Carlitos

-Ahora vamos a ir a ver al rey Carlitos.
-¡Vale! Pero...¿Dónde vive?-preguntó John- no será muy lejos, es que voy descalzo.
-¡Aquí todos vamos descalzos! Los zapatos contaminan nuestro mundo...
¡El rey Carlitos odiaba ponerse zapatos!
-¿¡Qué!? Buenooo, supongo que me iré acostumbrando...
Siguieron caminando por el valle azul, oliendo las flores y descubriendo animales que John no conocía y de repente oyeron un ¡beeee!
-¿? ¿Qué era eso?- dijo John.





-Esooo...¡Creo que es una oveja! ¡Vamos a verlas!
Se acercaron lentamente hacia las ovejas y John pudo comprobar que eran normales a primera vista.
-Estas ovejas- dijo el duende como si le hubiera leído el pensamiento, son muy útiles.
- Sabes que aquí no nos gust trabajar y ...¿por qué emplear el tiempo y trabajo en hacer una camiseta?
¡Pues aquí tienes la solución!: Como habrás podido comprobar esta oveja tiene tres tipos de tejido, lana, algodón e hilo.
Eliges el tejido sólo apretando ahí, y claro, el color o el estampado es cosa de las ovejas.
Con su baba hacen auténticas maravillas ¡Son unas artistas!
-¡Vaya!-dijo John-esto debería existir en el mundo real.
Tras un rato caminando, esta vez entre hierbajos amarillos, encontraron al rey Carlitos, que estaba acariciando una oveja.
John nunca había pensado que el rey pudiera ser algo así.
Era rubio y vestía una camiseta playera de color azul y unos pantalones de chandal grises. Como era normal allí, no llevaba zapatos.
-Hola, Po, dijo el rey.
-¿Po? -preguntó John- ¿Quién es Po?
-Yo, dijo el duendecillo, -me llamo Pochochingokatinskas.





-Pero todos me llaman Po.
-Vale, dijo John sonriendo- Vale, Po.
El rey Carlitos y Po hablaron un rato de cosas que John aún no conocía.
Y cuando terminaron, el rey le dijo a John: - ¿Te gustaría venir a una fiesta?
Mietras John se lo pensaba, el rey se agachó y arrancó un trozo de césped.
John se quedó perplejo, ya que no se imaginaba que el rey arrancara césped del suelo, pero no creyó lo que iba a pasar a continuación.

El perrocóptero

-¿Por qué arrancas el césped? ¿Es normal aquí?- preguntó John.
Pero se quedó atónito al ver que el césped se convertía en una pequeña hoja de papel muy parecida a las que se utilizan para hacer invitaciones.
-¡Toma!, -exclamó el rey Carlos una vez que hubo terminado de escribir.
-Aquí tienes tu invitación a la fiesta. Vamos para allá.
-Perooo, si vamos a ir ahora no hace falta llevar invitación.
-¡Ayyyyy! ¡Cómo se nota que eres de fuera!




-Bueno, sí, ¿y qué? -dijo John enojado- si no me decís nada ¿cómo me voy a enterar de lo que pasa?
-Mira, John- dijo Po- sacando unas fotos del bolsillo- éste es el castillo. -Precioso ¿verdad?
La mayoría prefieren no gobernar y hacer otra cosa. Pero otros no. Otros prefieren quedarse con todo este hermoso castillo y hacer construir a los duendes más y más cosas que quieren. Sé que este mundo es un lugar sin reglas, pero algo de seguridad no está mal.

Esta invitación será tu pase al castillo.
-Vale-dijo John-siento haberme enfadado.
Un ruido parecido a las hélices de un helicóptero interrumpió a John.
-¡Ya he vuelto!-gritó Carlitos- mientras estábais hablando he ido a la perro-estación a coger un bonito Labrador y un Beagle de pura raza. ¡Me pido el Beagle!
-Vamos- dijo Po- móntate en el Labrador.
-¡Pero no es tan fuerte como para aguantarme! Se caerá.
-¡Qué va! Son unos fortotes. Aguantan más de 500 toneladas.
-¿No pesarás quinientas toneladas? -dijo el rey sonriendo.
-Nooo-dijo John-para nada. Y empezó a reir.
Fue un viaje genial, y eso que a John le daban miedo las alturas. Se le había quitado de repente. 
El paisaje era precioso.


Ríos lagos, montañas y todo tipo de plantas de todos los colores adornaban el paisaje. Tardaron unos quince minutos en llegar al castillo. El castillo era de un millón de colores y tenía torres altas y bajas, y en medio un gigantesca que terminaba en un pico y que era el dormitorio del rey.
-¡Guau!-dijo John-es gigante.
-Ya...-dijo el rey. -¿A qué esperas? ¡Vamos!
Fueron al gran portón y antes de entrar enseñaron la invitación.
-Éste-dijo el rey señalando a John-es un amigo. No vayáis a hechizarle ni nada de eso. -¿Vale duendes?
-¡Comprendido!-dijo uno muy bajito con la voz de pito-
-Y ahora, vamos.
Cuando entraron, John no daba crédito. Unas enormes columnas hechas de nubes de azúcar cruzaban el salón, sofás inmensos y blandísimos se extendían por toda la habitación. Había cojines, pufs, alfombras, mantas... Y todo eso era de un color distinto. Los colores no concordaban, pero ni mucho menos quedaba mal.



Hay que preparar la fiesta

-Esto es sólo la entrada- dijo el rey.
-¡Es más grande que mi casa entera! ¡Yo flipo! ¡Me encanta! John empezó a correr por todo el salón.
-Majestad- dijo Po
-¿Qué?
-Hay que preparar la fiesta y se me había ocurrido que podría venir John y así conoce más nuestro país.


-¡Vale!-dijo el rey. Yo me quedo aquí.
-¡John! -gritó-lo Po-ven aquí, vamos a preparar la fiesta.
-Sí, ya voy -dijo John- que estaba envuelto en algodón de azúcar.
Salieron y recogieron sus respectivos perrocópteros para salir volando.
-No está muy lejos-dijo Po-vamos a la fábrica de las fiestas, allí donde todo lo que se necesita para una fiesta perfecta se fabrica.
-¿Es esa?-preguntó John.
-Esa es-dijo Po alzando la vista. -Ahí está.
Era una fábrica enorme decorada con caramelos, globos y bolas discotequeras.
En cuanto aterrizaron John dijo:
-¿Quiénes son esos dos de la puerta?
-Son Ralph y Rolph, los gemelos duendes, todos los conocen ya que para ser gemelos no se parecen nada.
-¿Y por qué están ahí?
-Supongo que estarán comprando regalos. Ellos vienen a la fiesta.
Cuando entraron en la fábrica, un empleado con pinta de conejo les atendió.
-¡Bienvenidoz a la fábrica de fieztaz! -dijo muy alegre. -¿Qué quieren para su fiezta?
-Para empezar queremos globos, toneladas de globos.
-¡Claroz, veniz por aquí! -dijo el conejo ceceando.
Mientras andaban por la fábrica, el conejo decía:
-¡Pobrez de miz! ¡Trabajoz en una fábricaz de fieztaz y jamaz me han invitado a una! y Po trababa de consolarlo.
-¡Pero bueno, daría mi bonete por estar aquí!- y después sonriente le decía al oído- no sabes lo que es estar encerrado en una caseta de madera mandando invitaciones.
Y eso le había sacado una sonrisa.
-¡Hoolaa! -dijo John, agitando la mano delante de ellos- hace un rato que estamos delante de las sección de globos. Y efectivamente, un cartel del tamaño de un autobús anunciaba: "Sección de globos".
-¡Está cerrada con llave!-dijo John.
Nadie contestó. Pero el conejo sacó las llaves.
-A ver, a ver. Creo que son éstas. Las probó en la puerta. -¡Ay, no! Esta tampoco...¡Aquí!
Abrió la puerta con delicadeza y John pudo observar una palanca, una mesa con todo tipo de cuerdas, un acuario lleno de peces globo y...
-¡Unas gafas 3D!- gritó John-eso ya existe en mi mundo.
-Buenoz, je, je-dijo el conejo avergonzado-hay que azmitir que ha zido una buena idea por parte del adulto.
-Yaaa. ¡Pero bueno! ¿Y para qué están aquí?- preguntó John como dándose cuenta de lo mucho que le interesaba.


-Las utilizamoz para que puedaz elegir el color, tamaño, etcétera.
-¿Y no podéis hacerlo con un ordenador?-preguntó John. Es más fácil.
-Recuerda que los conicornioz necesitamos diversión.
-Espera ¿qué has dicho que eres?
-Un conicornio. Mitaz conejo, mitaz unicornio.
Terminando así con su conversación fueron a fabricar los globos.
-Primero acércate a la palanca, ven.
John se acercó y tiró de la palanca y con un movimiento seco la volvió otra vez a su sitio y repitió cinco veces el proceso.
Cinco globos salieron por un tubo y John los cogió.
-Inflaloz- dijo el conejo- y dezpuez enzeñazeloz a loz pecez globo. A ver si son de su agrado.
-¿Cómo?- dijo John- ¿Qué se lo enseñe a quién?