jueves, 27 de febrero de 2014

Viñetas





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  1. SIGUIENDO EL ORDEN DE LAS VIÑETAS, DE IZQUIERDA A DERECHA PERO A LO LOCO, QUÉ PUÑETAS

    Tras comerse el arroz a la cubana (el huevo, clara y yema, deprisa y sin pan: INCREÍBLE), el niño coge el mando y enciende la tele. En seguida aparecen los colmillos. “¡Socorro!”. Quiere subirse por el sillón y las paredes. No puede. El monstruo-medusa de los colmillos está fuera del todo de la tele y el pobre televidente no televe ya nada porque tiene los ojos cerrados y la boca llena de curvas.

    Un mago cerca del mar es asustado por un niño rubio. Se desmaya y entonces el niño se hace también mago para convertirse en barca-gaviota rubia de modo que, muy alegre ya, el mago, recuperado el sombrero, salga a navegar desde el Muelle Uno. Paseando en la barca por la bahía se recupera completamente del susto y así puede ir a pedir trabajo al Teatro Cánovas.

    Una famosa es atacada por un monstruo del que se enamora porque no parece monstruo. Pero aquel amor no podía sino acabar mal. Con el corazón algo sangrante (véase el hilillo rojo en la víscera cordial de ella), se despiden un día. El monstruo disfrazado de no monstruo parece salir de la viñeta última en busca de otra famosa. Cuidado, famosas.

    Siguen los peligros de pantallas y ordenadores. De uno de ellos, poco a poco sale un monstruo-pato que devorará al niño que sonreía no hace nada, en la primera viñeta. Pobre niño.

    Tan alegre jugando al tenis… y de golpe se da cuenta de su tremenda crueldad. Confundiendo la cabeza del pato con una amarilla pelota de tenis, el niño ha torturado y asesinado a la inocente ave palmípeda. El niño tira la raqueta y, claro, corre a entregarse al cuartel de la guardia civil más próximo.

    La mamá jugaba con su hijita a la pelota, con la muñequita… Hasta que flotando llegó por allí un pequeñísimo pero maligno ser extraterrestre. La mamá se desmaya y la hijita, al ver a su mamá casi muerta del susto, empieza a gritar pidiendo socorro: “¡Caramba, Auxilio, Macanudo, siete!”

    Si yo tengo seis juguetes y tú otros seis, juntándolos tendremos una docena: “O sea, tío”, dijo la alegre pelirroja, “el doble de los pelos que tienes en esa cabezota”.

    (CONSÚLTESE A LA AUTORA SI EN ALGÚN CASO SE JUZGA NECESARIO.)

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